¡Cómo
disfrutábamos en la infancia la playa de Madryn, aún
con viento y aguavivas!
En invierno era el escenario de portentosas carreras de autitos de
plástico, a los que rellenábamos con masilla y plomo
(obtenido, casi siempre, en el Tiro Federal). En verano era escenario
de competencias de natación y excursiones en los botes del
Club Náutico, unos artilugios cuadrados que construía
casi en serie míster Jensen, el encargado del Club,
un danés que había navegado todos los mares como cocinero
de un barco. Hacia fines de los 50 llegó al pueblo Jules
Rossi, un ex-oficial de la armada francesa, pionero del buceo
autónomo en la II Guerra Mundial, si no me equivoco, del grupo
de Cousteau, y la fiebre del buceo se instaló definitivamente.
La gente del centro iba a la playa arenosa que se extiende desde el
muelle (el viejo muelle de madera y fierro, para mí no hay
otro) hacia el lado de Las Cuevas. Los de La Loma íbamos a
la playa pedregosa que queda del otro lado, desde la Prefectura hacia
el norte, y que continúa en la restinga que comenzaba, más
o menos, por la casa de los Derbes (donde en aquella época
vivía la gorda Haydée, cuyo parentesco con el viejo
Derbes nunca tuve claro). Bueno, basta de nostalgia y disfruten las
fotos ... |