El muelle ocupaba
otro lugar central en nuestras vidas, y lo ocupa en mis recuerdos.
La pesca de pejerreyes y saborines, que luego mi mamá se ocupaba
de envasar en frascos con aceite para que pudiéramos comerlos
durante el invierno. Los mejillones que arrancábamos de él,
y que alguien asaba con abundante perejil sobre unos elásticos
de colchón, en el Club Náutico, en las noches de verano.
Las noches de pesca de calamar, con una petera (espero que sepan lo
que es), iluminando el agua con una Petromax (aquellas lámparas
de gas de kerosén), desde la borda del Motomar, un carguero
que luego se hundió frente a Necochea o Mar del Plata.
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